Estamos inmersos de lleno en la cuaresma, es el tiempo de preparación para la Pascua.En nuestra Diócesis de Córdoba, los preparativos no cesan; el viernes, se podian divisar más de diez pasos ensayando por el centro de la ciudad, y en los templos el segundo domingo de cuaresma, pululaban las fiestas de regla y los besapies a las sagradas imagenes de los titulares.
Me hize hermano de mi cofradía del Amor a los doce años, y recuerdo con gran ternura aquellas primeras estaciones de penitencia, que tantos recuerdos me traen. La cofradía fué una forma de testimoniar mi fe en aquellos años preadolescentes; era una ocasión para sentirme Iglesia que peregrina, y en la soledad del cubrerostro enlazaba mi oración a Dios.
Con el tiempo, uno va madurando, también tras haber participado de algún cargo de responsabilidad en algunas de mis hermandades, a las que seguro que llegué porque Dios quiso que estuviera allí, o que aceptara las encomiendas en las que me solicitaban mi colaboración, pensaba que se podía evangelizar desde las cofradías, de anunciar el Reino de Dios a aquellos que contemplaban las imágenes titulares.
A menudo me interrogo sobre la situación actual de las cofradías, si dan respuesta a lo que son, es decir, movimientos de Iglesia, que hacen presente al resucitado, o si por el contrario se difuminan en el ambito cultural y patrimonial. No sabría muy bien dar respuesta a esta cuestión. Aunque podemos encontrar realidades que corresponden a los dos planteamientos.
Un riesgo que corremos, es olvidar de donde venimos y lo que somos, como aquel que quisiera olvidar la familia de la que proviene, e intentar aparentar la realidad que no es él.
Las hermandades y cofradías, hemos nacido en el seno de la Iglesia, que como madre nos acoge, nos anima, y nos protege, contando para ello con el obispo de la Diocesis. No hemos nacido de proyectos culturales o de fomento de las artes plásticas, aunque mucha carga en estas labores estén presentes en nuestras hermandades.
Nacieron las iniciales, para sostener y fundamentar la caridad, que se palpaba en el ámbito de las ciudades y de los pueblos, recordemos el acontecimiento en nuestra ciudad de la fundación de la Hermandad del Nazareno, con la feliz presencia del Padre Cristobal de Santa Catalina. Hay un rostro personal, que las Hermandades Y cofradías sostienen en nuestra actualidad, y que se refleja en todos los ámbitos de nuestra sociedad que reciben ayuda, que no se reduce al ámbito de la ciudad o la provincia, sino que cruza las fronteras y se olvida de naciones y pueblos, para ayudar al hijo de Dios que sufre, y que está a nuestro lado, para él también es el anuncio del resucitado.
Nuestra aportación, hacer pública profesión de nuestra fe en Cristo muerto y resucitado para nuestra salvación, no es una galeria de arte que mostrar, llevamos a Dios al mundo, y así debe de ser nuestra vida interna, donde todos somos iguales, y todos por el Bautismo, somos hijos de Dios por adopción.
Miguel Angel de la Torre
Me hize hermano de mi cofradía del Amor a los doce años, y recuerdo con gran ternura aquellas primeras estaciones de penitencia, que tantos recuerdos me traen. La cofradía fué una forma de testimoniar mi fe en aquellos años preadolescentes; era una ocasión para sentirme Iglesia que peregrina, y en la soledad del cubrerostro enlazaba mi oración a Dios.
Con el tiempo, uno va madurando, también tras haber participado de algún cargo de responsabilidad en algunas de mis hermandades, a las que seguro que llegué porque Dios quiso que estuviera allí, o que aceptara las encomiendas en las que me solicitaban mi colaboración, pensaba que se podía evangelizar desde las cofradías, de anunciar el Reino de Dios a aquellos que contemplaban las imágenes titulares.
A menudo me interrogo sobre la situación actual de las cofradías, si dan respuesta a lo que son, es decir, movimientos de Iglesia, que hacen presente al resucitado, o si por el contrario se difuminan en el ambito cultural y patrimonial. No sabría muy bien dar respuesta a esta cuestión. Aunque podemos encontrar realidades que corresponden a los dos planteamientos.
Un riesgo que corremos, es olvidar de donde venimos y lo que somos, como aquel que quisiera olvidar la familia de la que proviene, e intentar aparentar la realidad que no es él.
Las hermandades y cofradías, hemos nacido en el seno de la Iglesia, que como madre nos acoge, nos anima, y nos protege, contando para ello con el obispo de la Diocesis. No hemos nacido de proyectos culturales o de fomento de las artes plásticas, aunque mucha carga en estas labores estén presentes en nuestras hermandades.
Nacieron las iniciales, para sostener y fundamentar la caridad, que se palpaba en el ámbito de las ciudades y de los pueblos, recordemos el acontecimiento en nuestra ciudad de la fundación de la Hermandad del Nazareno, con la feliz presencia del Padre Cristobal de Santa Catalina. Hay un rostro personal, que las Hermandades Y cofradías sostienen en nuestra actualidad, y que se refleja en todos los ámbitos de nuestra sociedad que reciben ayuda, que no se reduce al ámbito de la ciudad o la provincia, sino que cruza las fronteras y se olvida de naciones y pueblos, para ayudar al hijo de Dios que sufre, y que está a nuestro lado, para él también es el anuncio del resucitado.
Nuestra aportación, hacer pública profesión de nuestra fe en Cristo muerto y resucitado para nuestra salvación, no es una galeria de arte que mostrar, llevamos a Dios al mundo, y así debe de ser nuestra vida interna, donde todos somos iguales, y todos por el Bautismo, somos hijos de Dios por adopción.
Miguel Angel de la Torre
enhorabuena!!!!! me ha encantado tu publicación
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