Estamos acercándonos al nacimiento del Salvador, se nota en el ambiente que ya queda menos para celebrar la nochebuena, los comercios se llenan de personas que ultiman detalles, los mercados se encuentran abarrotados, y todo el mundo corre de una lado para el otro , porque queda por preparar...
Y nosotros los cristianos, nos hemos preparado en este tiempo de adviento convenientemente a recibir al Salvador, o nos hemos dejado llevar por los preparativos, las compras, las comidas de empresa, y no nos hemos preocupado de preparar la paja seca y limpia de nuestro pesebre en el corazón, tal vez hayamos caído en la cuenta que nos hemos olvidado del regalo de mi padre o mi hermano, y ¿que regalo le hemos preparado al niño Dios?, ¿encontrará algo para Él?, o ¿estará nuestro pesebre vacío?.
Si nos hemos preparado adecuadamente, celebraremos el nacimiento del Salvador, con una alegría no superficial y vacía, sino una alegría que brota del corazón y que mana como torrente que no se agota, y que no nos hará caer en desidia y hastío. La alegría por sentirnos amados y queridos por Dios, habiendo desterrado de nosotros algún lastre que lleváramos, no es la alegría que muchas veces vemos por las calles, la alegría falsa, llena de tristeza y en soledad, una alegría artificial que parece que nos sube el ánimo, pero que cuando nos descubrimos, y nos quitamos las "capas", nos quedamos sin nada. Esa falsa alegría que muchas veces contemplamos en los jóvenes o los adultos, al paso de las horas de festejo, y que vociferán por las calles sin mensaje que trasmitir.
No es tiempo de algaradas callejeras, pero sí de anunciar que Dios está con nosotros, que ha nacido, muere , resucita por ti y por mí, que aunque pensemos que hay demasiado silencio en la "noche" Él está aquí. Y nos quiere con nuestra miseria y nuestra humanidad, pero quiere convertir nuestro corazón, porque quiere nuestra santidad, no se va a aprovechar de nosotros, no nos quiere humillar, no quiere que vivamos con miedo y angustia, pero llama a nuestra puerta y quiere que le abramos.
Miguel Angel de la Torre
Miguel Angel de la Torre
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