MENSAJE DE MONS. JUAN JOSE ASENJO A LA
ARCHIDIOCESIS DE SEVILLA
Queridos hermanos y hermanas:
1. En el día en que la Santa Sede hace pública la aceptación de
la renuncia del señor Cardenal Arzobispo, Fray Carlos Amigo Vallejo, al
gobierno pastoral de la Archidiócesis, y yo inicio mi ministerio como Arzobispo
de la Iglesia metropolitana de Sevilla, quiero compartir con vosotros mis
sentimientos de gratitud al Señor, que me llama a continuar en esta Iglesia el
ministerio de salvación al que él ha servido a lo largo de veintisiete años.
Comparto con vosotros también mi confianza en el poder de la gracia de Dios,
que suplirá mis limitaciones. Agradezco al Santo Padre Benedicto XVI la
benevolencia que me demuestra con este encargo, y a la que espero
corresponder siempre, en comunión con él y con el Colegio de los Obispos.
Cuando está a punto de cumplirse un año de mi nombramiento como Arzobispo
Coadjutor, quiero agradecer de corazón al señor Cardenal la acogida cordial y
fraterna que desde el primer día me ha dispensado, el testimonio de su entrega
incansable al servicio de la Archidiócesis, y sus consejos, que tanto me van a
servir en el ministerio que hoy inicio en el nombre del Señor, y con los que
espero seguir contando en el futuro.
2. Doy gracias a Dios por los meses en que he colaborado con
él en el trabajo pastoral y el gobierno de esta Iglesia particular, en los que, a
pesar de mi dedicación parcial a la Diócesis de Córdoba como Administrador
Apostólico, he ido conociendo gradualmente la historia venerable de la
Archidiócesis y sus instituciones más señeras, algunas de las cuales perviven
todavía. He ido conociendo también las actuales realidades diocesanas, el
Consejo Episcopal, las Delegaciones y organismos de la Curia, el Cabildo
Metropolitano, los sacerdotes y seminaristas, los diáconos permanentes, los
miembros de la Vida Consagrada, los movimientos y asociaciones apostólicas,
la Caritas Diocesana y a muchos hermanos y hermanas de la gran familia de las
Hermandades y Cofradías, tan arraigadas en nuestro pueblo. A lo largo de estos
meses he conocido a sacerdotes magníficos, y a religiosos y religiosas que están
trabajando con entrega ejemplar en muy diversos apostolados, tanto en la vida
activa como desde el silencio del claustro. He conocido además a centenares de
laicos, que aman a Jesucristo y a la Iglesia y que están sinceramente
comprometidos en el apostolado y en los distintos ministerios eclesiales en las
parroquias. He conocido, por fin, una Iglesia viva y dinámica, que a pesar de las
duras condiciones que nos impone la secularización, está empeñada con
entusiasmo en el anuncio de Jesucristo a nuestro mundo y en la revitalización de
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la parroquia, casa de la comunidad cristiana, objetivo último del Plan Diocesano
de Pastoral. Todo ello, junto con la devoción entrañable que nuestro pueblo
profesa a la Santísima Virgen, expresada en la riqueza de advocaciones que
jalonan toda la geografía diocesana en innumerables santuarios y ermitas, es
para mí motivo de fundada esperanza.
3. A todos os agradezco vuestra acogida cordial y vuestro
ofrecimiento sincero de colaborar conmigo en el servicio a esta Iglesia ya tan
querida por mí. A todos os saludo con afecto fraterno. En mi saludo quiero
incluir también a los hermanos Obispos de la Provincia Eclesiástica de Sevilla, a
las autoridades, y sobre todo a quienes la Iglesia encomienda especialmente al
ministerio del Obispo, los preferidos del Señor. Me refiero a los pobres, los
enfermos, los ancianos que viven solos, los presos, los parados, los inmigrantes,
los que han perdido toda esperanza y cuantos sufren como consecuencia de la
crisis económica. Pero permitidme que, en particular, reitere a mis hermanos
sacerdotes, a los diáconos y a los seminaristas el propósito prioritario de mi
ministerio de estar cerca de ellos, de acogerles como padre, hermano y amigo,
de escucharles, alentarles y acompañarles en su fidelidad personal, en su
voluntad de seguir al Señor y en su tarea evangelizadora y santificadora.
4. En los inicios de mi ministerio tengo muy presentes a
nuestras familias, fundadas en los valores del Evangelio, que viven la fidelidad y
entrega mutua, la perseverancia en el vínculo del sacramento del matrimonio, la
dedicación a la educación cristiana de los hijos y los valores de la solidaridad,
que tanto están sirviendo en estos momentos a superar las dificultades
espirituales y materiales en que les sitúa la crisis económica. Tengo también
muy presentes a los educadores, a los catequistas y profesores de religión, que
sirven a la educación integral de nuestros niños y a su iniciación en la fe. Pienso
con especial afecto en los jóvenes, esperanza de la Iglesia, empeñados en su
propia formación humana y cristiana y llamados a construir la nueva civilización
del amor. A todos les invito a prepararse para participar con entusiasmo en la
Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Madrid en agosto de 2011.
5. Renuevo y actualizo en este día con todo el entusiasmo de
que soy capaz las actitudes de amor a Jesucristo y a su santa Iglesia con que
inicié hace cuarenta años el ministerio sacerdotal y que he procurado mantener,
con la ayuda de Dios, a lo largo de mis trece años largos de ministerio episcopal.
Soy consciente de que recibo un preciado tesoro, tallado a lo largo de los siglos
por tantos pastores insignes de esta sede hispalense y por miles de nombres que
no figuran en los anales de la historia diocesana, pero que están escritos en el
corazón de Dios. Con la ayuda del Señor, que nunca me va a faltar, espero
acrecentar el legado que se me entrega y contribuir a escribir otro tramo –Dios
quiera que lleno de frutos sobrenaturales y evangelizadores- de la historia de
nuestra Iglesia diocesana.
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6. Como os decía en la alocución de mi toma de posesión,
inicio mi ministerio con la conciencia muy viva de que no me pertenezco a mí
mismo, sino a Jesucristo y a vosotros, mi nueva familia en la fe, por la que,
como San Pablo, me gastaré y me desgastaré (cf. 2 Cor 12,15), entregando mi
tiempo, mi salud, mis capacidades y energías todas a la Nueva Evangelización, a
la pastoral de la santidad, al servicio de la comunión y de la verdad que salva, y
a la edificación de comunidades vivas, orantes y fervorosas, que viven de la
Palabra de Dios y de la Eucaristía, comunidades unidas y fraternas, que viven la
alegría de la salvación y que anuncian a Jesucristo vivo con la palabra y, sobre
todo, con el testimonio elocuente, atractivo y luminoso de su propia vida.
7. Soy consciente también de que en esta porción de la viña
del Señor que es la Iglesia diocesana de Sevilla, soy al mismo tiempo sarmiento
y humilde viñador y de que mi trabajo pastoral será imposible sin una comunión
profunda y estrecha con Jesucristo, pues sólo la unión con Él será garantía de
eficacia y de veracidad en mi ministerio. Sólo Él da fecundidad a la acción de
los evangelizadores, pues “ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios
que da el incremento” (1 Cor 3,7). Por ello, en este Año Sacerdotal, me
encomiendo a la intercesión de San Juan María Vianney, el Cura de Ars, del
patrono de los sacerdotes españoles, San Juan de Ávila, de los santos arzobispos
sevillanos Isidoro y Leandro, del Beato Marcelo Spínola y de Santa Ángela de la
Cruz, en cuya fiesta inicio mi ministerio como Arzobispo metropolitano. A
todos ellos les pido que intercedan por mí ante el Señor, para que sea el pastor
según su corazón que Él espera de mí, y para que, en esta hora en que bulle por
todas partes el desaliento y la desesperanza, sea también sembrador de
esperanza, “servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo”,
como nos pedía a los Obispos la exhortación apostólica Pastores gregis.
8. Me encomiendo, sobre todo, a la intercesión maternal de la
Virgen de los Reyes, para que Ella me acompañe y ayude a consagrarme, en una
dedicación plena, definitiva y exclusiva a la persona y a la obra de su Hijo y al
servicio de esta Iglesia particular y de todos sus hijos e hijas. Me encomiendo
también a vuestras oraciones, especialmente de las monjas contemplativas y de
los enfermos. Pedid todos al Señor, también los fieles de la querida Diócesis de
Córdoba, a la que deberé seguir sirviendo por algún tiempo, que me custodie en
su amor y que haga eficaz mi ministerio para gloria de Dios.
Sevilla, 5 de noviembre de 2009,
fiesta de Santa Ángela de la Cruz
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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