jueves, 12 de mayo de 2011

Terremoto de Lorca

Acabo de llegar a casa, tras la celebración de la misa de acción de gracias por la beatificación de Juan Pablo II, y he conocido la noticia de los acontecimientos ocurridos en Lorca (Murcia), este 11 de mayo de 2011, mi pésame a los familiares de las victimas, y para los heridos y damnificados mi solidaridad y apoyo.

    He hablado con servicios operativos de rescate y emergencias en la zona y me confirman los datos, pero me comunican que la población se encuentra tranquila, y bien atendida. Gracias a todas esas personas que bien por profesionalidad, fuera de su horario laboral , y todos los voluntarios.

Gracias y esperemos que la situación se normalice.
Miguel Ángel de la Torre Vallejo

miércoles, 11 de mayo de 2011

Segunda catequesis sobre la oración

BENEDICTO XVI




AUDIENCIA GENERAL



Plaza de San Pedro

Miércoles 11 de mayo de 2011

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quiero continuar la reflexión sobre la oración como algo intrínseco al hombre. Es verdad que Dios parece fuera del horizonte de muchos, pero al mismo tiempo, se ve un despertar del sentido religioso, que no ha desaparecido por más que tantos lo vaticinaban. Y es que el hombre, a pesar de haber perdido la semejanza con Dios por el pecado, conserva el deseo de Aquél que lo llama a la existencia. Todas la religiones testimonian esa búsqueda fundamental. Por eso no hay ninguna gran civilización que no haya sido religiosa. El hombre ha sido creado por Dios y para Dios. Tiene su imagen impresa en su ser y por eso anhela la luz que le permite responder al sentido profundo de la existencia, una respuesta que no está en las ciencias empíricas. Así, la oración es “expresión del deseo que el hombre tiene de Dios”. No una mera fórmula, sino una actitud, un estar delante de Dios. Radicada en lo más profundo de cada uno, es el lugar de la gratuidad, de la tensión hacia lo Inefable. Es un desafío, pues en ella el hombre toma conciencia de sí mismo y de su situación ante Dios, se pone de rodillas, incluso físicamente, pero no a la fuerza, como el esclavo, sino espontáneamente, reconociéndose débil y pecador, y dirige su mirada hacía el Misterio con esperanza. Es a la vez un don, pues es ante el Dios que se revela donde la respuesta del hombre se convierte en relación íntima con Él.


* * *

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los jóvenes de Guatapé, Colombia, así como a los grupos provenientes de España, México, Panamá, Argentina y otros países latinoamericanos. Os invito a que entrando en el silencio de vuestro interior aprendáis a reconocer la voz que os llama y os conduce a lo más intimo de vuestro ser, para abriros a Dios, que es Amor Infinito. Muchas gracias.

http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/documents/hf_ben-xvi_aud_20110511_sp.html

Miguel Angel de la Torre Vallejo

domingo, 8 de mayo de 2011

Catequesis sobre la oración, Benedicto XVI 4 de mayo de 2011


BENEDICTO XVI




AUDIENCIA GENERAL



Plaza de San Pedro

Miércoles 4 de mayo de 2011



[Vídeo]



Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quiero comenzar una nueva serie de catequesis. Después de las catequesis sobre los Padres de la Iglesia, sobre los grandes teólogos de la Edad Media, y sobre las grandes mujeres, ahora quiero elegir un un tema que nos interesa mucho a todos: es el tema de la oración, de modo específico de la cristiana, es decir, la oración que Jesús nos enseñó y que la Iglesia sigue enseñándonos. De hecho, es en Jesús en quien el hombre se hace capaz de unirse a Dios con la profundidad y la intimidad de la relación de paternidad y de filiación. Por eso, juntamente con los primeros discípulos, nos dirigimos con humilde confianza al Maestro y le pedimos: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11, 1).

En las próximas catequesis, acudiendo a las fuentes de la Sagrada Escritura, la gran tradición de los Padres de la Iglesia, de los maestros de espiritualidad y de la liturgia, queremos aprender a vivir aún más intensamente nuestra relación con el Señor, casi una «escuela de oración». En efecto, sabemos bien que la oración no se debe dar por descontada: hace falta aprender a orar, casi adquiriendo siempre de nuevo este arte; incluso quienes van muy adelantados en la vida espiritual sienten siempre la necesidad de entrar en la escuela de Jesús para aprender a orar con autenticidad. La primera lección nos la da el Señor con su ejemplo. Los Evangelios nos describen a Jesús en diálogo íntimo y constante con el Padre: es una comunión profunda de aquel que vino al mundo no para hacer su voluntad, sino la del Padre que lo envió para la salvación del hombre.



En esta primera catequesis, como introducción, quiero proponer algunos ejemplos de oración presentes en las antiguas culturas, para poner de relieve cómo, prácticamente siempre y por doquier, se han dirigido a Dios.



Comienzo por el antiguo Egipto, como ejemplo. Allí un hombre ciego, pidiendo a la divinidad que le restituyera la vista, atestigua algo universalmente humano, como es la pura y sencilla oración de petición hecha por quien se encuentra en medio del sufrimiento, y este hombre reza: «Mi corazón desea verte... Tú que me has hecho ver las tinieblas, crea la luz para mí. Que yo te vea. Inclina hacia mí tu rostro amado» (A. Barucq – F. Daumas, Hymnes et prières de l’Egypte ancienne, París 1980, trad. it. en Preghiere dell’umanità, Brescia 1993, p. 30). «Que yo te vea»: aquí está el núcleo de la oración.



En las religiones de Mesopotamia dominaba un sentido de culpa arcano y paralizador, pero no carecía de esperanza de rescate y liberación por parte de Dios. Así podemos apreciar esta súplica de un creyente de aquellos antiguos cultos, que dice así: «Oh Dios, que eres indulgente incluso en la culpa más grave, absuelve mi pecado... Mira, Señor, a tu siervo agotado, y sopla tu aliento sobre él: perdónalo sin dilación. Aligera tu castigo severo. Haz que yo, liberado de los lazos, vuelva a respirar; rompe mi cadena, líbrame de las ataduras» (M.-J. Seux, Hymnes et prières aux Dieux de Babylone et d’Assyrie, París 1976, trad. it. en Preghiere dell’umanità, op. cit., p. 37). Estas expresiones demuestran que el hombre, en su búsqueda de Dios, ha intuido, aunque sea confusamente, por una parte su culpa y, por otra, aspectos de misericordia y de bondad divina.



En el seno de la religión pagana de la antigua Grecia se produce una evolución muy significativa: las oraciones, aunque siguen invocando la ayuda divina para obtener el favor celestial en todas las circunstancias de la vida diaria y para conseguir beneficios materiales, se orientan progresivamente hacia peticiones más desinteresadas, que permiten al hombre creyente profundizar su relación con Dios y ser mejor. Por ejemplo, el gran filósofo Platón refiere una oración de su maestro, Sócrates, considerado con razón uno de los fundadores del pensamiento occidental. Sócrates rezaba así: «Haz que yo sea bello por dentro; que yo considere rico a quien es sabio y que sólo posea el dinero que puede tomar y llevar el sabio. No pido más» (Opere I. Fedro 279c, trad. it. P. Pucci, Bari 1966). Quisiera ser sobre todo bello por dentro y sabio, y no rico de dinero.



En esas excelsas obras maestras de la literatura de todos los tiempos que son las tragedias griegas, todavía hoy, después de veinticinco siglos, leídas, meditadas y representadas, se encuentran oraciones que expresan el deseo de conocer a Dios y de adorar su majestad. Una de ellas reza así: «Oh Zeus, soporte de la tierra y que sobre la tierra tienes tu asiento, ser inescrutable, quienquiera que tú seas —ya necesidad de la naturaleza o mente de los hombres—, a ti dirijo mis súplicas. Pues conduces todo lo mortal conforme a la justicia por caminos silenciosos» (Eurípides, Las Troyanas, 884-886, trad. it. G. Mancini, en Preghiere dell’umanità, op. cit., p. 54). Dios permanece un poco oculto, y aún así el hombre conoce a este Dios desconocido y reza a aquel que guía los caminos de la tierra.



También entre los romanos, que constituyeron el gran imperio en el que nació y se difundió en gran parte el cristianismo de los orígenes, la oración, aun asociada a una concepción utilitarista y fundamentalmente vinculada a la petición de protección divina sobre la vida de la comunidad civil, se abre a veces a invocaciones admirables por el fervor de la piedad personal, que se transforma en alabanza y acción de gracias. Lo atestigua un autor del África romana del siglo ii después de Cristo, Apuleyo. En sus escritos manifiesta la insatisfacción de los contemporáneos respecto a la religión tradicional y el deseo de una relación más auténtica con Dios. En su obra maestra, titulada Las metamorfosis, un creyente se dirige a una divinidad femenina con estas palabras: «Tú sí eres santa; tú eres en todo tiempo salvadora de la especie humana; tú, en tu generosidad, prestas siempre ayuda a los mortales; tú ofreces a los miserables en dificultades el dulce afecto que puede tener una madre. Ni día ni noche ni instante alguno, por breve que sea, pasa sin que tú lo colmes de tus beneficios» (Apuleyo de Madaura, Metamorfosis IX, 25, trad. it. C. Annaratone, en Preghiere dell’umanità, op. cit., p. 79).



En ese mismo tiempo, el emperador Marco Aurelio —que también era filósofo pensador de la condición humana— afirma la necesidad de rezar para entablar una cooperación provechosa entre acción divina y acción humana. En su obra Recuerdos escribe: «¿Quién te ha dicho que los dioses no nos ayudan incluso en lo que depende de nosotros? Comienza, por tanto, a rezarles y verás» (Dictionnaire de spiritualitè XII/2, col. 2213). Este consejo del emperador filósofo fue puesto en práctica efectivamente por innumerables generaciones de hombres antes de Cristo, demostrando así que la vida humana sin la oración, que abre nuestra existencia al misterio de Dios, queda privada de sentido y de referencia. De hecho, en toda oración se expresa siempre la verdad de la criatura humana, que por una parte experimenta debilidad e indigencia, y por eso pide ayuda al cielo, y por otra está dotada de una dignidad extraordinaria, porque, preparándose a acoger la Revelación divina, se descubre capaz de entrar en comunión con Dios.



Queridos amigos, en estos ejemplos de oraciones de las diversas épocas y civilizaciones se constata la conciencia que tiene el ser humano de su condición de criatura y de su dependencia de Otro superior a él y fuente de todo bien. El hombre de todos los tiempos reza porque no puede menos de preguntarse cuál es el sentido de su existencia, que permanece oscuro y desalentador si no se pone en relación con el misterio de Dios y de su designio sobre el mundo. La vida humana es un entrelazamiento de bien y mal, de sufrimiento inmerecido y de alegría y belleza, que de modo espontáneo e irresistible nos impulsa a pedir a Dios aquella luz y aquella fuerza interiores que nos socorran en la tierra y abran una esperanza que vaya más allá de los confines de la muerte. Las religiones paganas son una invocación que desde la tierra espera una palabra del cielo. Uno de los últimos grandes filósofos paganos, que vivió ya en plena época cristiana, Proclo de Constantinopla, da voz a esta espera, diciendo: «Inconoscible, nadie te contiene. Todo lo que pensamos te pertenece. De ti vienen nuestros males y nuestros bienes. De ti dependen todos nuestros anhelos, oh Inefable, a quien nuestras almas sienten presente, elevando a ti un himno de silencio» (Hymni, ed. E. Vogt, Wiesbaden 1957, en Preghiere dell’umanità, op. cit., p. 61).



En los ejemplos de oración de las diversas culturas, que hemos considerado, podemos ver un testimonio de la dimensión religiosa y del deseo de Dios inscrito en el corazón de todo hombre, que tienen su cumplimiento y expresión plena en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. La Revelación, en efecto, purifica y lleva a su plenitud el originario anhelo del hombre a Dios, ofreciéndole, en la oración, la posibilidad de una relación más profunda con el Padre celestial.

Al inicio de nuestro camino «en la escuela de la oración», pidamos pues al Señor que ilumine nuestra mente y nuestro corazón para que la relación con él en la oración sea cada vez más intensa, afectuosa y constante. Digámosle una vez más: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11, 1).


 




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Saludos



Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los formadores y alumnos del Seminario Menor de la Asunción de Santiago de Compostela y a los demás grupos provenientes de España, México y otros países latinoamericanos. Os invito a que experimentando el anhelo de Dios que está en el interior del hombre, pidáis al Señor que ilumine vuestros corazones para que vuestra relación con Él en la oración sea cada vez más intensa. Muchas gracias.


http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/documents/hf_ben-xvi_aud_20110504_sp.html

Creo que merece la pena seguir estas catequesis, pues nos harán mucho bien a nuestra vida espiritual.

domingo, 1 de mayo de 2011

!Santidad!

Hoy es un día grande en la Iglesia, es el domingo II de Pascua y domingo de la Divina Misericordia, pero también hoy ha sido el día grande en el que la Iglesia ha proclamado beato a Juan Pablo II Papa.

   Cuando aquel sábado 2 de abril de 2005, a las 21:37 horas se apagaba la vida terrena del hoy beato, los fieles congregados en la plaza de San Pedro y los de miles de rincones del mundo, reconocíamos que estábamos ante un santo que acababa de fallecer. En el largo pontificado del Papa, desde el 1978 hasta 2005, no paró de anunciar "no tengáis miedo abrid las puertas a Cristo", "Sed Santos". En estos últimos días, hemos podido contemplar en distintas cadenas de televisión, imágenes y sonidos de su pontificado, curiosamente de plena actualidad a pesar de los años transcurridos, y que una vez más demuestran que la Iglesia camina con paso lento pero firme.

   Pero lo que nos debe de hacer reflexionar, es que casi todos los que vivimos actualmente, hemos conocido a Juan Pablo II, lo hemos visto en alguna ocasión , o en varias, y hemos estado junto a un santo. Hay sacerdotes que fueron ordenados en Valencia en el 1982 y en Sevilla en 1993, han recibido el sacramento del orden de manos de un Beato, de quien está junto a Dios gozando ya de la Pascua eterna, seguro que esta gracia de Dios también es derramada en nuestras comunidades parroquiales, en la persona de estos ordenandos. Hay jóvenes que asistieron a las Jornadas mundiales de la Juventud, Santiago, Roma, Chestokowa (Polonia), Denver, etc, y allí rezarón y celebraron la Eucaristía, pero recibieron el mensaje de Dios en labios del sucesor de Pedro, un mensaje que en la mayoría de las ocasiones, llevó a una conversión de vida , y a un encuentro personal con Cristo.

   Un cambio en el corazón, un cambio buscando la santidad, en lo que hacemos, en el trabajo diario, en el colegio, en la empresa, en la familia, en la comunidad religiosa, en las pequeñas cosas de cada día, es posible la santidad, así nos ha mostrado  el nuevo beato, hasta en el sufrimiento  y en el dolor corporal, sólo debemos estar vueltos a Dios, mostrando a Dios en nuestra vida, así podemos mostrar el verdadero rostro de Cristo al mundo, que tanto lo busca y lo necesita, así daremos gloria y alabanza a Dios, con nuestra vida santa.

    No tengamos miedo, también nosotros estamos llamados a  ser santos.
    Y hoy, una oración para la Archidiócesis de Valencia por el fallecimiento de D Agustín García-Gasco, que se encontraba en Roma para la Beatificación de Juan Pablo II, y allí ha sido llamado a la casa del Padre.

Feliz domingo de la Divina Misericordia.
Miguel Ángel de la Torre Vallejo



Jornada mundial Chestokowa (Polonia) 1991






Jornada mundial Chestokowa (Polonia) 1991

Jornada mundial Chestokowa (Polonia) 1991



Jornada mundial Chestokowa (Polonia) 1991